sábado, 9 de junio de 2012

Causa y efecto.

—Tenemos que hablar, esto tiene que acabar. No sé si soy yo el error, pero es que ya nada es igual, ya no hay respeto y sé que en esto es primordial. Dime, dime que sientes, ¿es amor o cariño incondicional? 
—No, no es amor incondicional, no sé que me pasa, siento que pierdo el tiempo todo el día encerrada en casa. Sabes que te quiero, pero necesito espacio, sola voy a mil por hora y tú me haces ir más despacio.
Mi sensación es que estás cansada, ¿va? Dime tus motivos, no tiene sentido nada ya, y sé que temes hacerme daño, pero me lo estás haciendo mintiendo, y prefiero perderte que vivir este engaño. 
—Mira, que ya son unos cuantos años para estas tonterías, para tus celos, tus manías, lo siento si desconfías. Y será que el ladrón cree que todos son de su condición, sólo te digo que estoy harta de esta situación.
—¿Y tú qué? Joder, siempre crees que tienes la razón. Estoy harto de que tu puto orgullo gane al corazón. Si te equivocas, pues pides perdón, que no cuesta una mierda, siempre tengo que medir mis palabras para que no te ofendas.
—¿Sí? Pues mídelas ahora, porque tomo yo las riendas. No me vuelvas a hablar mal o no calmo mi reprimenda. Si tan cabrona soy, sabes dónde está la salida. ¿No crees que tus ex's no buscan sólo ser tus amigas?


Ya ni entiendo nuestras discusiones de críos.
—¡Joder!
Si lo dejamos, piensa...
—¿En qué? ¿Qué voy a perder?
Todo, lo que somos y lo que podríamos ser. 
Si esto no se arregla, no me volverás a ver.


—Sé que crees que el primer amor nunca se olvida... Yo olvidé el primero, el segundo, el tercero es mi vida... o al menos eso creía. Sí, el tercero eres tú, pero nos está consumiendo la monotonía. 
Siempre haciéndome puta psicología, o al menos eso creías. Últimamente me haces sentir tan vacía... y no hay día que no busque el método, el modo de superar esto, de hacerlo menos incómodo.
—Te agobias por todo y siempre te he aguantado sin quejas. ¿Tienes miedo? Miedo de arrepentirte, ¿y por eso no me dejas? ¿Que quieres un tiempo? No esperaré a ver qué sientes. Decídete ahora a estar conmigo o sin mí para siempre.
No me des a elegir, tienes que ser más paciente. Sabes que el fin de este cuento podría ser deprimente. Saldrás perdiendo, dolor interno, vivo en un invierno... No sé por qué has dejado de ser tan tierno.
Creía que esto sería eterno, pero es un infierno y tú eres tan fría... y capaz de volver loco al más cuerdo. No hay tía más borde que tú, tampoco más compleja, y en lo nuestro se refleja, así que cambia esa actitud.



—Ya ni entiendo nuestras discusiones de críos.
—¡Joder!
—Si lo dejamos, piensa...
—¿En qué? ¿Qué voy a perder?
Todo, lo que somos y lo que podríamos ser. 
Si esto no se arregla, no me volverás a ver.



El problema eres tú, puede que yo sea insegura, pero sé seguro que eres inmaduro; y yo soy la que jura que esto va a acabar, que ya no puedo más, y sigo aquí. Me pregunto día tras día: ¿qué coño esperas de mí?
De ti ya no espero nada, confiar me cuesta. Cansado de que salgas con tus amigos de fiesta. Si eres la que jura, jura que me has sido fiel, y sé sincera. Y dime, ¿quién es el subnormal con el que tonteas?
—¿Bromeas? Siento que cada vez que lo niego, me rebajo. A veces pienso que es imposible caer más bajo. ¿Para qué te callas las cosas si después las echas en cara? Estoy agobiada, este agua no está tan clara. 
Si al menos te interesaras por mis cosas, si a veces me escucharas... además, tú también eres celosa. Otra discusión que nada aporta, vamos, déjame, si tienes cojones, corta. 
—Cualquier palabra se hace corta, ya no pones atención porque mis lágrimas no importan. No quiero seguir discutiendo, hoy no, me arde el corazón, vivo en un laberinto, no encuentro la solución.
Es una relación de amor y odio, ya he pasado antes por esto y paso de vivir de nuevo este episodio, porque no me quedan fuerzas ni ganas, como sabrás, pase lo que pase soy yo el que siempre te va detrás.



—A tomar por el puto culo, me abro de aquí.
—No, vete a tomar tú por el culo, joder.
—Que te jodan, mira, a la mierda.
—¿Sí? Pues vete, coge la puerta y pírate.
—Adiós, que te follen, adiós.
—Que te follen a ti, hijo de puta.





¿Quieres que te diga por qué nos empeñábamos en seguir intentándolo, a pesar de todas las discusiones? Porque yo, por lo menos, te quería, y no estaba dispuesta a dejar escapar todo  por simples tonterías de niños pequeños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario